Todo lo que un anillo me enseñó
Esta es la historia de un anillo muy importante para mí, y de todo lo que me enseñó. El anillo fue el regalo de bodas de mi (ahora ex) suegra, hace ya diez años.
En China, de donde es mi exmarido, es tradición regalarle a la novia muchas joyas de oro de 24 quilates, que esta después exhibe el día de su boda cuando se pone el vestido tradicional chino o un vestido rojo. El minimalismo brilla por su ausencia en las bodas chinas, y las novias pueden llegar a llevar encima hasta un kilo de oro. Cuanto más oro, mejor. Ostentosas pulseras de varios centímetros de grosor en las que no pueden faltar gravados del dragón y el fénix, intricados pendientes y anillos a juego y, la joya de la corona, un enorme collar en forma de cerdo que amamanta a sus cerditos.
Tal que así:
Yo no las tenía todas con el cerdito y los brazaletes que no te pones nunca más en tu vida, y así se lo hice saber a la madre de mi prometido. No sé si le supo mal, pero creo que entendió que me chocara el tema, y decidió que me regalaría joyas tradicionales que podría ponerme siempre y que, además, podría escoger yo misma. Yo estaba más feliz que una perdiz con esta decisión.
Un buen día nos fuimos a una pequeña joyería en la que mis padres ya habían comprado joyas cuando vinieron a verme y que, por lo tanto, yo ya conocía. Entre un mar de opciones preciosas, me acabé decidiendo por unos pendientes y un anillo a conjunto. Con base de oro dorado, tenían un zafiro ovalado rodeado de doce diamantes. Quizás te suene porque el anillo de compromiso de Kate Middleton también era así, pero con base de oro blanco.
Esto no quita que yo acabara llevando algunas joyas de oro en mi boda china, que me regalaron otros parientes, pero me aseguré de hacer especial hincapié en que no necesitaba el collar del cerdito.
Este fue el resultado:
En todos estos años, casi nunca me he separado de mis pendientes de zafiro y diamantes. Me molestan para dormir y me los quito cada noche, pero cada mañana me los vuelvo a poner. El anillo, en cambio, apenas me lo he puesto. Lo veía un poco más para ocasiones especiales y no me lo puse mucho.
Pasados los años, y sobre todo después de mi divorcio, me di cuenta de que el anillo ya no me gustaba. Quizás me había adelgazado, pero el anillo, que en su día me hice a medida, me iba grande. Además, me lo había hecho para el dedo corazón porque en el anular tenía el solitario de la pedida de mano, pero ahora me parecía que en el anular quedaba mejor. No solo eso, sino que ya no me gustaba que fuera de oro dorado, lo quería de oro blanco. Vamos, que le hice cruz y raya al pobre anillo.
Sinceramente, creo que lo supo.
Te lo creas o no, al cabo de poco desapareció.
Así, sin dejar rastro.
Como no estaba yo muy encaprichada de él, tardé unos cuantos meses en darme cuenta. Pero cuando lo hice, me volví loca. Lo busqué por todas partes. Me sentía fatal por haberlo despreciado de ese modo. Saqué todo de todos los armarios, no exagero.
El anillo no estaba.
Y pensé que tenía toda la razón del mundo de haber decidido irse. Que yo en su lugar hubiera hecho lo mismo.
Este fue mi primer gran aprendizaje: lo que no se valora, se va.
Dicho así puede sonar muy evidente. Aplicado a las relaciones de pareja, por ejemplo, resulta obvio. Pero lo curioso es que estamos hablando de un anillo. Algo a simple vista material, pero que se ve afectado por las mismas leyes universales, pues en última instancia todo es energía.
Me vino a la cabeza un libro que leí de pequeña, titulado El agujero de las cosas perdidas, que era un lugar mágico al que iban a parar los objetos perdidos. Me pregunté si quizás existiría algo así. Sin duda el anillo me había abandonado porque lo que no se valora, se va. Le estuve dando vueltas a este tema durante meses. Me sentía fatal.
Es preciso que haga un inciso aquí. Es importante porque se ha vuelto a dar la magia. Anoche dejé de escribir justo hasta este párrafo de aquí arriba, y me fui a la cama pensando que mañana (hoy) continuaría narrando esta historia. Lo que pasó a continuación os juro que no me lo invento. Resulta que ahora mismo estoy leyendo el libro Despertar en la 5D, de Maureen St. Germain, y, al cabo de un par de páginas de donde me había quedado, me encuentro con esto:
«¿Alguna vez has extraviado algo y lo has buscado por todas partes, incluso por el lugar más improbable, y algún tiempo después, tras haber vaciado tu bolso o cajón, apareció exactamente donde estabas seguro de haberlo dejado?»
Lo que el libro explicaba a continuación es que muchos objetos se pierden en la cuarta dimensión (nosotros habitamos en la tercera). No me lo podía creer pero el libro me estaba hablando. ¡Yo escribiendo sobre el agujero de las cosas perdidas y el libro diciéndome que el anillo había estado en la 4D todo este tiempo! La 4D es una dimensión superior a la nuestra, un vórtice energético muy potente. No es bueno quedarse allí más tiempo del necesario porque, aparte de ser un puente hacia la 5D, es también un portal al plano astral donde habitan demonios y otros entes malvados, y te llevan abajo, muy abajo. La 4D se siente como mucha emoción en movimiento, una espiral que te arrastra y a veces cuesta controlar. Si va hacia abajo, es cuando puedes acabar con esos seres desencarnados, la compañía de los cuales no te recomiendo nada. Yo he estado allí.
El día que perdí el anillo, no obstante, no me encontraba en este estado sino en su opuesto, era excitación y dicha máxima porque había quedado con unas amigas muy queridas a las que hacía mucho que no veía, y tenía varias novedades importantes que contarles. Recuerdo que estaba bastante eufórica y, de camino a la cena, decidí quitarme el anillo porque me pareció demasiado.
De todo esto no me acordé hasta después de haber encontrado el anillo donde lo hice: ¡en el coche! Esa cena fue hace más de un año, el coche ha estado en varios mecánicos, y yo misma lo he limpiado varias veces. Nunca había visto el anillo allí.
Lo que pasó fue que el pasado sábado volvía a estar yo muy feliz. Había ido con mis hijos al Liceu a ver una ópera fantástica, La cuina de Rossini, habíamos comido un brunch juntos, y el día había pasado a las mil maravillas sin necesidad de nadie más que nosotros tres. Saliendo por la Diagonal estábamos cuando decidí abrir el compartimento entre mi asiento y el del copiloto para coger un chicle. Al levantar el bote de chicles, apareció el anillo. Tal cual. Como si hubiera sido depositado allí para que no pudiera no verlo. No daba crédito. Me puse a chillar y a dar gracias a Dios como loca, con mis hijos alucinados con mi locura. No pude parar de dar las gracias. Me lo puse y ya no me lo he quitado.

La segunda cosa importante que aprendí del anillo es que algunas cosas perdidas se encuentran en la 4D, porque las hemos perdido mientras nos encontrábamos allí, y es imposible verlas desde la 3D.
Si no hubiera leído ese párrafo sobre las cosas perdidas después de este incidente, seguramente no habría podido corroborarlo por mí misma y no le habría prestado importancia que merece. Ahora sé que es cierto. Se lo he comentado incluso a mi exnovio y me ha confirmado que él también había hurgado en ese compartimento varias veces, y nunca encontró allí ningún anillo. Es posible que esto vaya más allá de lo que tus creencias puedan tolerar, pero te animo a darle el beneficio de la duda.
El tercer aprendizaje es que absolutamente todo es energía, los objetos también.
Mi relación con mi (ex)suegra no ha sido siempre idílica. En estos últimos años, si bien hemos estado físicamente más lejos que nunca, siento que nuestra relación se ha estrechado. Es una de las personas que desprenden un amor más profundo y sincero hacia mis hijos, sus nietos, y eso, sin duda, nos une. No creo que haya sido casual que encontrara el anillo más de un año después de su desaparición justo al volver de estas tres semanas en Hong Kong. Los abuelos de los niños han sido un gran punto de apoyo para mí estos días. Nos han acompañado siempre que han podido, pese a tener a la anciana bisabuela de los niños en casa y no poder dejarla sola. No han escatimado en amor hacia los niños ni, por qué no decirlo, hacia mí.
Un día fuimos a comer a un restaurante los niños, mi exsuegra y yo, después de pasar la mañana en una exposición de dinosaurios en el museo de ciencias. Ese día nos sinceramos, en cantonés pues ella no habla ningún otro idioma. Todo lo que pude decir lo dije y lo que pude entender, lo entendí. Lloré en medio del restaurante y mi corazón se abrió. Algo cambió ese día. Creo que el anillo no pensaba aparecer en mi vida hasta que esta catarsis hubiera tenido lugar. Al fin y al cabo, él simboliza en lo material este vínculo energético que nos une. Ahora ha vuelto a mí, y sabe que, cuando lo miro, veo en él mucho más que un anillo de zafiro y diamantes. Al final te das cuenta de que absolutamente nada es casual, ni tan solo el hecho de haber perdido este anillo. Todo tiene aprendizajes detrás.
El cuarto gran aprendizaje es que, cuando ya no buscas, encuentras.
Es un tópico para las relaciones de pareja, pero aplica para todo. Esta ley se basa en frecuencias vibratorias, como casi todo en esta vida, pues todo es energía. La ansiedad y la culpa por encontrar el anillo sin duda me alejó de la posibilidad de encontrarlo, y no fue hasta que ya ni siquiera pensaba en él, pero había sanado la relación con él, que lo encontré. Hay una frase del libro Conversaciones con Dios, de Neale Donald Walsch, que todos deberíamos tener en cuenta siempre: La oración correcta no es nunca de súplica, sino de gratitud. Es la tranquilidad por saber que algo llegará a nuestra vida sin duda, y la sensación de gratitud que se deriva de ello, lo que hace que las cosas efectivamente acaben llegando. La súplica desde la desesperación no hace más que perpetuar la carencia, pues allí donde pones tu foco se multiplica la energía. El foco en la gratitud = más por agradecer. El foco en la carencia = más de lo que lamentarte.
El quinto y último gran aprendizaje que me brindó el anillo es que el amor todo lo puede.
El amor moverá montañas, si es necesario, y cambiará nuestra realidad. No tengo ninguna duda de que el anillo volvió a mí cuando mi corazón se abrió de par en par al amor. Cuando mis sentimientos hacia el anillo y hacia mi exsuegra fueron 100% puros, amorosos y llenos de gratitud. Como dice el mes de febrero de mi calendario de pared 2023, el amor siempre es la respuesta.
Escríbeme por email o por Instagram @xenia.vives si tu también tienes una historia especial con un objeto desaparecido y te apetece compartirla 🙂
Con amor,
Xènia
Mientras, te invito a conectar con tu Yo Superior. ¡Apúntate ahora a esta Masterclass para obtener las respuestas (que ya están dentro de ti) a todas tus preguntas!

Escrito por Xenia Vives
Soy Xenia, coach de energía y autora de Tener suerte en la vida depende de ti.
Mi misión de vida es ayudarte a elevar tu frecuencia energética para que puedas vivir la vida que deseas, desde el amor y la abundancia.
Gracias por estar aquí.
Puedes seguirme en Instagram.
También te puede interesar…

Ho’oponopono: aprende a sanar con 4 palabras
El ho'oponopono es una técnica milenaria para eliminar energía negativa acumulada y generar paz interior, consistente en la repetición de 4 palabras con gran poder de sanación. Estas son: LO SIENTO PERDÓNAME GRACIAS TE AMO Al repetir estas palabras, se activa un...

El mejor retiro espiritual en Cataluña: Alegría de Vivir
Quien me hubiera dicho hace medio año, cuando me iluminé para crear mi primer retiro, que aquí estaríamos hoy, habiendo realizado su segunda edición con el feedback más espectacular. Ciertamente, lo vivido este último fin de semana en la Costa Dorada ha sido muy...

Los Mejores Libros de Autoayuda para Sant Jordi 2021
Vuelve mi ya tradicional lista de los mejores libros de autoayuda y crecimiento personal para este Sant Jordi o día del libro. Espero que os gusten las novedades que os traigo, yo he disfrutado con todas ellas y seguro que habrá alguna que resuene con vosotros o que...
0 comentarios